miércoles, 4 de septiembre de 2013

Orgullo intacto.


I.

Hace mucho tiempo, más de dos décadas, surgió en mí algo que aún permanece y así será siempre. Recuerdo perfectamente esa tarde de sábado, incluso que había comido ese día. Mi padre me llamó a la sala –donde había otra televisión, aparte de la que yo veía-. “Ahí va el gol de Pumas”. Ese nervio, ansia en el estómago se apoderó de mí. Llegó el Tuca, tomó el balón. Se perfilo, disparó… ¡Goool! Y las emociones contenidas en mí estallaron enormemente, con gran felicidad. Más tarde, la angustia súbita de un tiro rival fue ahogada por el alivio y satisfacción de la atajada que hizo uno de mis ídolos, Campos, casi en la línea de gol. Silbatazo final y felicidad total. El antiguo tablero de foquitos escribiendo la leyenda que temporada a temporada espero: “Pumas Campeón”.
Esa tarde fue mi confirmación como aficionado a los Pumas, al Club Universidad. Contacto siempre hubo, desde antes –familiares egresados de la UNAM que también le van al equipo (“Mejía Barón fue mi compañero en la Facultad”, me decía mi Tía Eva), nombres como Hugo Sánchez, y todo el buen ruido que hicieron la gloriosa temporada 90-91-, pero ese título fue el lacre que selló mi corazón, el del niño de 9 años, sello que no se romperá jamás.


II.

Al paso del tiempo, mi afición por el C.U.N.A.C. fue creciendo. Hubo grandes momentos, de grandes e ilusiones y esperanzas. Imborrable quedó también en mí la primera vez que entré al Estadio Olímpico Universitario. Tan emocionado estaba que, bajando del coche me eché un Goya yo solito. El puma de peluche que me compró mi padre aún lo conservo, aunque algo maltrecho. Recuerdo un equipo que jugaba divertido, agresivo… Luis García y Jorge Campos, los golazos de media vuelta, los atajadones multicolores, el grupo de chamacos gritándole al árbitro que se quitara el brasier y a los rivales cosas peores –los demás aficionados nos volteaban a ver, reían y aplaudían-, el perro que un día se metió a la cancha y a Campos correteándolo... Luego, unos años después, me tocó vivir un partido de liguilla narrado por teléfono por mi padre, a quien le marqué de un público porque estaba fuera de casa. El partido estaba por terminar:
“Uy, penal contra los Pumas… ¡¡Lo paró Campos!! –Brinqué de la emoción-… ¡Uy! Contrarremate y anotó el contrario”
Fue la primera vez que lloré por una derrota. Esa temporada fuimos muchos viernes a ver a los Pumas, que fue el mejor equipo de la segunda vuelta. Tardes gratas en C.U., disfrutando del buen futbol que desplegaban, ganando la gran mayoría de los partidos.


III.

Entonces comenzaron tiempos difíciles. Los uniformes del Universidad comenzaron a comercializarse por la palomita, la playera de mangas blancas con grecas fue la primera. Surgió una generación de Cantera que sería de las últimas en tener ese sello. El “Chiquis” García, el que ahora repudiamos Luna, Carreón, Cariño, Oteo…; si bien no fue legendaria, era de producción casera y migraron, como siempre fueron los ciclos. Hubo también una temporada que iba excelente, todos creímos que iba a ser el cuarto campeonato con el “Pájaro” Domizzi, igualmente los viernes por la tarde y entonces... rotura del ligamento cruzado de la rodilla. De ahí, muchas temporadas con no mucho rescatable. Y las dos cosas que más nos han dolido a los aficionados: la terrible noticia de que la otrora Imevisión ya no transmitiría al equipo, y la colocación de propaganda en el uniforme. Ambas en distintos momentos, pero han sido las cosas más repudiadas de las que tengo memoria, porque no han sido efímeras, como lo fue un técnico de pacotilla.


IV.

¿Qué pasa con nuestro equipo? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué hace tanto que no se escucha una Goya al unísono de todo el Palomar? ¿La picardía de la porra que antes estaba en la zona de la Yarda 50? Y sobre todo ¿En qué ha cambiado lo que algunos comunicadores llaman mística? ¿Por qué las directivas no han logrado hacer renacer ese equipo que era, ya en las más malas, un animador serio de los torneos?
Muchos de los actuales aficionados, digamos que están a la mitad de la carrera, muy probablemente tuvieron su lacre –el que yo tuve en el 91- con el Bicampeonato, hace  ya casi una década. Entonces, si hacemos cuentas, muchos ni siquiera habían nacido o estaban en preescolar cuando fue el último campeonato de Pumas marcado como debe de ser: primer lugar general, mejor delantera, mejor defensa, mejor portero, campeón de goleo; garra, entrega, pasión por el equipo y muy buen futbol. Todo surgido de la Cantera, cuando menos de reservas y con dos o tres extranjeros muy, pero muy talentosos. La combinación perfecta.
Entonces, este público joven no conoció al equipo con esa mística, jamás escucharon a José Ramón Fernández narrando un partido, nunca vieron nuestra amada camiseta libre de basurita, luciendo únicamente el enorme rostro del Puma del “Pajarito” sobre el diseño base –justo el rostro agigantado, que se luce con el pecho enhiesto, gallardo y orgulloso- que se le ocurrió a Pedro Ramírez Vázquez…, no saben que Campos y Luis García fueron auténticos ídolos y no solo narradores, jamás escucharon a la porra gritándole al árbitro que le picara el… allá al jugador rival para que se levantara, los pollos o sus cabezas o patas volando en esos partidos, el estadio antes de que las “barras” aparecieran en México… Los últimos rasgos de identidad pura, es posible que no los hayan palpado. El recambio generacional que le ha faltado al equipo, le llegó a la tribuna.



V.

 ¿Y cuál es el punto de esto? Principalmente que antes los Pumas, nuestra identidad era una especie de contrapeso, un equipo original y auténtico que aderezaba el fut, de jóvenes, hasta con toques –odio la palabra- intelectuales. El equipo de la gente pensante y orgullosa, porque no le “vamos”: somos Pumas. La comercialización ha pesado, las transmisiones por donde no deben han permeado al interior del club, además de que son realizadas por quien hace telenovelas para embrutecer, al contrario de lo que representa nuestro equipo, y han mutilado varios aspectos primigenios de nuestra identidad. En primer lugar, que lo que debería de ser es que las transmisiones no fueran narradas por una persona pedante que pone apodos sosos y que cree que es agraciado. Esas cosas contaminan C.U., y hacen que parezca que nuestro equipo sólo es un equipo de futbol cuando es y representa más, mucho más que eso. Necesitamos un cambio en las transmisiones, necesitamos otra vez estar del otro lado. Las cámaras deben de ser de alguien que sienta al Universidad y a la Universidad… alguien que haya jugado clásicos contra el Politécnico y que tenga dinero, mucho dinero. Es el contrapeso que necesita no solo el Club, y tenemos que estar de ese lado.

VI.

Las últimas directivas aunque han logrado campeonatos, no han logrado a cabalidad restituir lo que era Universidad hace alrededor de veinte años. La cantera se ha secado. Cuando un jugador mexicano fue contratado por un equipo inglés, me dolió en el alma porque no salió de nuestras filas. Tener que traer a un extremo de la comarca también me parece inefable en Pumas. ¿De plano no hay de dónde echar mano? Es terrible que haya tantas altas y bajas, y que las bajas sean tan profundas como la que hoy vivimos.
Aunque el hecho de que haya jugadores que fueron emblemas y son auténticos Pumas no garantiza el éxito, habría que tomar cosas de la auténtica tradición y retomar los modelos que históricamente funcionaron y le dieron identidad y gloria al club, esta última no necesariamente asociada sólo a campeonatos. La gloria de los Pumas de la UNAM va y debe de ir más allá de eso.

Se necesita una limpia al interior, así como invocar a los apellidos Aguilar Álvarez y Cesarini, a su visión y proyectos, así como tener presentes por quiénes fueron, cómo surgieron y la huella que dejan y han dejado,  la Calaca González, Joaquín Beltrán, los “Pareja” López, Miguel Mejía Barón, Israel López, Leonardo Cuéllar, Aílton da Silva, Juan Carlos Vera, Leandro Augusto, Geraldo Cándido, Luis García, Spencer Coelho, Darío Verón, Bora Milutinovic, Antonio Sancho, Manuel Negrete, Genaro Bermúdez, Claudio Suárez, Francisco Palencia, Jaime Lozano…

No sé qué tiempos vengan, así que sólo queda esperar. Eso sí, con el orgullo intacto, pero exigente.


¡México, Pumas, Universidad!

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